En nuestra experiencia cotidiana, la vista y el oído son sentidos completamente diferenciados. Si preguntásemos a un niño pequeño si la luz y el sonido son iguales nos miraría extrañado y nos respondería: “pues no, la luz es lo que vemos, el sonido es lo que oímos”.
En realidad la luz y el sonido no son tan diferentes ya que ambas son ondas. Pero no son el mismo tipo de onda. El sonido es una onda que oscila en la misma dirección en la que se propaga. A este tipo de ondas se les conoce como ondas longitudinales. La luz, en cambio, oscila perpendicularmente a su dirección de propagación, es una onda transversal.
Por lo tanto, la diferencia entre ver y oír es, dicho de manera rudimentaria, la diferente capacidad que tienen distintos órganos (ojos y oídos) de captar un tipo u otro de onda.
Nuestros ojos sólo “ven” algunas ondas transversales (no todas), mientras que nuestros oídos sólo “oyen” algunas ondas longitudinales.
Una diferencia importante entre la luz y el sonido es que la luz puede propagarse en el vacío, el sonido no, necesita de un medio material para propagarse. El espacio que nos rodea está vacío y por este motivo tenemos una deslumbrante colección de imágenes de galaxias, estrellas, nebulosas… pero no contamos con ningún sonido.
Este vacío lo intenta llenar, con una sorprendente conferencia Janna Levin, profesora de Física y Astronomía en la Universidad de Columbia.
Lo curioso de todo esto es que las ondas que “escuchamos”, ondas gravitacionales, son ondas transversales, como la luz, y no longitudinales, como el sonido. Entonces mi pregunta es ¿realmente podríamos oírlas?
De forma directa y natural no. Sí que es cierto que, hoy en día podemos oír cualquier cosa, cualquier patrón se puede transformar en sonido o música. Hace unos días, un compositor transformaba los decimales del número Pi en notas e interpretaba dicha canción. También, por supuesto, podemos tomar cualquier onda electromagnética y transformarla en sonido, pero… ya no es la onda original.
Por otro lado, el hecho de oír un sonido implica que nuestros tímpanos vibran con la misma frecuencia que las ondas sonoras que han recogido nuestras orejas. Pero en el caso de las ondas gravitacionales, todo nuestro cuerpo se vería afectado por dicha oscilación y, una de dos, o no percibiríamos dicha onda o la percibiríamos, pero la sentiríamos en todo nuestro cuerpo, como si nos estirásemos y encogiésemos repetidas veces.
La verdad es que creo que es una conferencia realmente impactante con un objetivo claro, interesar a los no científicos por la ciencia, pero creo que, por intentar hacer el tema más atractivo, induce ideas equivocadas y confunde fácilmente a los no expertos en la materia.
Llegados a este punto la pregunta sería, ¿Merece la pena explicar algo de forma tan confusa para intentar retomar el interés por determinados campos científicos que parecen haber perdido “gancho” entre la población?
Mi opinión personal es que no sólo no es necesario utilizar “trucos” como el del sonido del universo para divulgar ciencia y hacerla más atractiva sino que a la larga puede ser perjudicial. ¡A nadie le gusta saberse engañado!
Sé que la ciencia está plagada de grandes momentos históricos, experimentos deslumbrantes, anécdotas divertidas y resultados sorprendentes, y tengo el convencimiento de que, bien presentada, puede ser maravillosa.